dijous, 14 de desembre del 2006

1 euro = 2 euros

Quan vaig abandonar la militància psuquera a inicis de la dècada dels anys vuitanta, les ONG van esdevenir una mena de succedani “político-existencial” a la meva orfandat ideològica. D’aquesta manera em vaig fer soci pagador, que no activista, d’algunes d’elles (Amnistia Internacional, Intermón, Greenpeace...). De fet, crec que encara en subvenciono alguna. Però amb el pas del temps, he anat desertant també de la majoria d’aquestes opcions més o menys solidàries. Principalment, per tres raons. La primera, perquè han esdevingut cada vegada més organtizacions polítiques en les que la solidaritat acaba tenint un preu ideològic. La segona, per la hipocresia de no voler reconèixer que són també un “modus vivendi”, com qualsevol altra empresa. I la tercera, perquè em cansa i em repel l’ús i abús constant al catastrofisme per obtenir donacions.

Escric això després de llegir l’últim article de Xavier Sala i Martin, on exposa una recent iniciativa de la Fundació Umbele, inspirada en els microcrèdits del recent premi Nobèl de la Pau, Muhammad Yunus i el banc Grameen. Una iniciativa imaginativa per ajudar per partrida doble. D’una banda, oferint microcrèdits als petits emprenedors africans, i de l’altra, invertint les amortitzacions d’aquests crèdits en obres socials. Una iniciativa que em sembla molt més eficaç i respectuosa per la gent que la pretenciosa prèdica tercermundista de massa ONGs.
La idea es que usted puede hacer una donación para financiar una parte de un crédito a un microempresario africano. Desde el punto de vista de usted, eso es una donación en el sentido que no espera recibir el dinero de vuelta. El empresario africano, sin embargo, no recibe una donación sino un crédito que deberá devolver. ¿A quién va a devolver el dinero si, como todos ustedes saben, Umbele no tiene empleados en África que puedan ir a recaudar la deuda? La respuesta es que el dinero se devuelve a la figura central del programa Umbele: los misioneros que ya están desplegados por el continente. ¿Y por qué van los misioneros, que disponen de tan poco tiempo para realizar tareas fuera de sus hospitales y escuelas, a dedicar tiempo a hacer de cobradores? Pues ahí está el truco: porque el dinero que cobren de la deuda no va a ser devuelto a su donante original –es decir, usted- sino que lo van a poder utilizar ellos para realizar su obra social.

Las ventajas de este mecanismo son múltiples: Primero, dado que los créditos se van a conceder sólo a aquellas personas que los misioneros acrediten como “fiables” y dado que los misioneros son altamente respetados por los fieles de sus congregaciones, esperamos que los deudores se sientan “obligados” a devolver el dinero si no quieren sentir vergüenza ante sus vecinos. Segundo, dado que el dinero se va a tener que devolver, sólo pedirán créditos los emprendedores que piensen que pueden pagar y, por lo tanto, tengan un proyecto empresarial más o menos sólido (de hecho, los participantes en el programa también disfrutarán de asesoría por parte de empresarios europeos… pero eso ya se lo contaré otro día). Tercero, como los misioneros ya están desplegados en África, no es necesario gastar ni un euro para administrar todo el proceso con lo que se resuelve el problema de los enormes costes de administración de los bancos de microcréditos normales. Finalmente, el euro que usted dona acaba siendo utilizado dos veces: la primera vez por un emprendedor que quiere hacer crecer su micronegocio y la segunda, en una obra social como la ampliación de una escuela, salarios para niños puedan estudiar en lugar de trabajar o mejoras de hospitales (es decir, los programas que tradicionalmente ha financiado Umbele).
Fundació Umbele