Sé bien que las banderas son algo más que un trapo porque son un símbolo, aunque tan cargado de la violenta irracionalidad nacionalista que da mucha dentera. Y también sé que el desarrollo de la civilidad conlleva ciertas paradojas. Una sociedad demócrata no debe matar a los asesinos, ni torturar a los torturadores, ni saltarse las garantías de un Estado de derecho para defenderse de quienes pisotean los derechos de sus víctimas. De la misma manera, a los que aborrecemos los excesos nacionalistas se nos hace muy cuesta arriba defender una bandera frente a otras, porque desconfiamos de las monsergas patrióticas. Algunos piensan que todo esto debilita a los demócratas frente a los bárbaros; yo creo que no, y la historia lo demuestra: al final, el consenso se impone al vandalismo. Pero, para ello, hay que tener muy claro lo que queremos. Preferiría que no hubiera pendones patrios, pero si un puñado de violentos mequetrefes envueltos en sus propias banderas (a las que, por cierto, nadie ataca) queman la enseña española, entonces tendré que reivindicarla como mía, y no por española, sino como un símbolo de la legalidad y la civilidad en las que quiero vivir. El símbolo de los que no quemamos las otras banderas. He creído entender que ésa es la actitud que sostiene el nuevo partido de Savater y Rosa Díez. Bienvenidos y albricias.
(Josep Pla)
dimarts, 2 d’octubre del 2007
La bandera dels que no cremen banderes
"Banderas", de Rosa Montero a El País: