De todos, y ahí está el quid de la cuestión, que ningún partido puede patrimonializar dichos valores, como si suya fuera la verdad sobre la vida y la muerte. Como si, en realidad, se tratara de verdades absolutas. Realmente, ¿son debates tan ideológicos, tan simples? ¿Entonces, por qué habitan en la transversalidad? Si queremos hacer un serio favor a la salud democrática de nuestras sociedades, y tenemos el sano objetivo de construir una sociedad más justa, no podemos reducir a la miseria de una consigna programática lo que es un profundo debate sobre nuestra identidad social. La eutanasia es un claro ejemplo que no puede resumirse con el banal y maniqueo “progres a favor” y “fachas en contra”, propio de un estúpido pingpong dialéctico. Primero, porque el tema es muy complejo, segundo, porque hay motivos en contra que son sensatos, tercero, porque hay motivos a favor que son frívolos, y cuarto, porque las sociedades maduras debaten con madurez sus complejidades, sus retos y sus miedos. De ahí que aún más importante que el aborto o la eutanasia, es la capacidad de debatir profundamente sobre ello. Negar el debate, repartir cartas de naturaleza progresista y enviar a galeras a todos los que no tienen el tema claro es una perversión de la democracia. Porque niega el mayor de sus tesoros: el derecho a la duda.
(Josep Pla)
dimecres, 10 de setembre del 2008
De qui són els valors?
Aquesta és la resposta de Pilar Rahola: