La indefensión del ciudadano ante estos eventos climatológicos es apabullante. Un martillo cuesta prácticamente el salario de un mes y disponer de tablas y clavos es un lujo del que pueden hacer uso unos pocos. Sólo queda una opción cuando llegan los ciclones: evacuarse y dejar las pertenencias más voluminosas a merced del temporal. Lo más difícil de procesar para los que queremos ayudar es la ausencia de un camino civil que haga llegar las donaciones a las víctimas. Las estructuras de distribución del Estado no pueden despojarse de la indolencia y la mala organización que muestran en el resto de las actividades económicas. El camino de las Iglesias es escogido por muchos, pero le falta infraestructura y personal para llegar a todas partes.
La tarde de ayer domingo conversamos con los integrantes del equipo de Convivencia y otros miembros de la incipiente sociedad civil pinareña, sobre cómo llevar ropa, comida y medicinas a los perjudicados. Desafortunadamente, todas las posibilidades han sido desmontadas a lo largo de años en que los ciudadanos cubanos hemos perdido nuestra autonomía ante un Estado sobreprotector y autoritario. Si un grupo de personas pudiera acopiar ayuda, el problema sería trasladarla hacia las zonas de desastre y repartirla sin que una delación los haga terminar detenidos.
(Josep Pla)
dimecres, 10 de setembre del 2008
Pitjor que l'huracà
A Cuba, hi ha una cosa pitjor que l'huracà: el castrisme. Al cap i a la fi, el cicló arriba, destrueix i se'n va, però als germans Castro no hi ha vent que se'ls endugui. No és un acudit. És una realitat. Yoani Sánchez explica al seu blog la deseperació que segueix al desastre.