LES voy a contar hoy una confidencia -ha pasado ya mucho tiempo- sobre los prolegómenos de mi salida de mi anterior diario. Fue el primer incidente serio que tuve con la emergente secta de guardianes de unas esencias que eran sólo suyas. Hoy controlan la casa. Tanto, que en la redacción se habla en voz muy baja, como en los bares de Hernani, como en el Palacio de La Moncloa, por cierto. El hecho es que vino un miembro de la citada tropa a mi despacho y me anunció que el comité de redacción tenía una denuncia anónima contra mí. Que se transmitiría al director. Le pregunté si era una broma. No lo era. Le dije que lo de la «denuncia anónima» sonaba muy feo. A camisas pardas y negras, a abrigos de cuero. Y pregunté por la identidad del denunciante. Se me negó. La denuncia llegó al director. Era un periodista y mandó a paseo a los denunciantes. Éstos prosiguieron con su misión de purificación ideológica y con otro director consiguieron su propósito. Mi delito había sido declarar en televisión que yo tenía un mar de dudas sobre el trasfondo del atentado del 11-M. No esbocé una tesis propia ni me adherí a ninguna otra con o sin conspiraciones que me parecen disparatadas. Sólo dije que dudaba. Mi puñetera manía de albergar dudas sobre la verdad decretada. Hoy estoy seguro de que algún día se tendrá que volver a hablar del 11- M. Y no desde la marginalidad o el interés por un titular forzado.
(Josep Pla)
dimecres, 27 de maig del 2009
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