Durante tres años la inmensa mayoría de periódicos españoles, liderados por El País, declararon a Camps culpable. Ninguno de ellos exhibe hoy algo parecido a una disculpa antes sus lectores, una mínima contricción, un leve rapto de vergüenza. Sólo un generalizado intento de salvar la cara, con las estratagemas lingüísticas, morales, más patéticas. Es esta falta de hondura, de trapío moral, la que liquida al periodismo.