dissabte, 30 de juny del 2007

Per què els gays es tornen horteres quan celebren el dia del seu orgull?

Pilar Rahola:
No puedo evitar, sin embargo, esbozar una incómoda pero convencida reflexión crítica, y abro la caja de los truenos con esa figura retórica tan útil y prudente como es la interrogación: ¿es necesario que toda reivindicación gay pase por un espectáculo histriónico, desmesurado y generalmente bastante vulgar, donde las carnes al sol y los labios siliconados monopolizan unilateralmente la imagen? Me resulta difícil entender por qué motivo, una lucha tan seria, tan serena y tan justa, necesita maquillarse hasta el delirio y mostrarse como si fuera la expresión barata de un cabaret de provincias. Cada acontecimiento vinculado a la reivindicación gay se sobrecarga de tanta escenificación forzada, que la normalidad que se pretende conseguir se ahoga en un mar de mal gusto, exhibicionismo delirante y una estética de puterío portuario que antes parece el preámbulo de un porno casero que una manifestación de ideas, derechos y reivindicaciones. Por decirlo de una forma popular, que mis amigos gays entenderán perfectamente, hemos luchado para que se hable de la normalidad homosexual, y este tipo de acciones nos devuelven al lenguaje de la mariconada. Como si, necesariamente, para ser gay uno tuviera que ser un redomado hortera.