Au revoire, Libération:
Libération, el viejo sueño rancio y elitista de Sartre y de July quiere morir matando: la culpa es del capitalismo. Ellos hacen un producto demasiado bueno, demasiado elegante, demasiado chic. La gente, que es tan vulgar, tan masa, ahora lee periódicos gratuitos llenos de anuncios estridentes donde Sarkozy promete mano dura con los quemacoches; ya no les interesan las tendencias, el estilo, los sueños. Se adocenan, se rinden. Son libres. Libertad ¿para qué?Grève à Libération | La tirada de Libération, segons l'OJD | La versió de Le Monde
Libération, el achacoso sueño totalitario de Sartre, que se propuso hacer hombres mejores, porque los hombres reales no le gustábamos, sobre las ruinas humeantes del Mayo parisino, nos mira con severidad desde las profundidades de sus pérdidas millonarias y nos desprecia: la culpa de todo, de las pérdidas, de las tiradas menguantes, de los redactores y los fotógrafos que se van a quedar en la puta calle, en realidad es nuestra. Somos demasiado bobos, demasiado ignorantes como para captar el hálito sutil del estilo y de las tendencias. Será que nos embota el olfato el olor a goma quemada de los coches que todavía crepitan en las madrugadas parisinas de este extraño siglo. Libération nos desprecia, sí, y nosotros nos vengamos de la única, de la mejor forma que podemos: ya no lo compramos.
El final d'aquesta il·lusió forma part d'allò que explica François Furet en aquell magnífic llibre titulat "El pasado de una ilusión" i que arrenca amb aquestes paraules:
Para comprender la fuerza de las mitologías políticas que han dominado el siglo XX, hay que detenerse en el momento de su nacimiento o al menos en su juventud; es el único medio que nos queda para percibir un poco del esplendor que tuvieron. Antes de deshonrarse por sus crímines, el fascismo constituyó una esperanza. Sedujo no sólo a millones de hombres sino a muchos intelectuales. En cuanto al comunismo, aún podemos avistar sus mejores días, ya que como mito político y como idea social sobrevivió largo tiempo a sus fracasos y a sus crímines, sobre todo en los países europeos que no sufrieron directamente su opresión: muerto entre los pueblos de la Europa del Este desde mediados de los años cincuenta, aún florecía 20 años después en Italia o en Francia, en la vida política e intelectual. Supervivencia que nos da la medida de su arraigo y de su capacidad de resistir a la experiencia, y que forma como un eco de sus mejores años, en la época de su expansión triunfante.