Andrés Oppenheimer analitza les manifestacions d'immigrants als Estats Units i resalta les diferències entre la immigració actual i l'anterior. Unes diferències marcades per la tecnologia i els beneficis de la globalització:
Los nuevos inmigrantes están mucho más conectados a sus países de origen que sus predecesores, principalmente por la caída de los costos del transporte y las comunicaciones. Millones de inmigrantes se han convertido en verdaderos ''ciudadanos trasnacionales''. Fíjense:Oppenheimer conclou:
• Hace apenas una o dos décadas, la mayoría de los inmigrantes latinoamericanos sólo podían darse el lujo de hablar a sus países natales una o dos veces por mes. Hoy, gracias al abaratamiento de las tarifas telefónicas --una tarjeta telefónica de $5 permite hacer llamadas a México, por ejemplo, por un total de siete horas-- muchos inmigrantes hablan con sus seres queridos en América Latina varias veces al día.
• Hace una década, la mayoría de los inmigrantes latinoamericanos se enteraban de lo que pasaba en sus países natales en las secciones de ''noticias breves'' de los medios en español. Ahora, gracias a las empresas de televisión por cable que ofrecen más de 500 canales, muchos inmigrantes pueden ver los noticieros de sus países en vivo y en directo, en sus casas.
• Muchos de los estimados 14 millones de hispanos en Estados Unidos que usan la internet leen los periódicos de sus países de origen, en lugar de los periódicos de los Estados Unidos. Es lógico que así sea, considerando que la mayoría de los periódicos de los Estados Unidos tienen muy poca información sobre América Latina.
• Gracias a tarifas aéreas más baratas, millones de inmigrantes pueden visitar sus hogares con mucha mayor frecuencia que sus predecesores.
• El hecho de que México, Colombia, Argentina y otros países hayan aceptado la doble nacionalidad hace que muchos inmigrantes ya no enfrenten agonizantes dilemas sobre su lealtad nacional. Los ciudadanos trasnacionales se encogen los hombros cuando se les pregunta que país consideran su casa: dicen que es como si se les preguntara a quién quieren más, a su mamá o a su papá.
• Mientras hace algunas generaciones la mayoría de inmigrantes mexicanos en California y Texas prohibían a sus hijos hablar español, para que se integren más rápidamente a la sociedad estadounidense, hoy día muchos les enseñan a sus hijos el español. En la era del libre comercio, la globalización y el credo de que siempre hay que satisfacer al cliente, los nuevos inmigrantes ven el bilingüísmo como una ventaja competitiva.
Mi conclusión: no creo que el nuevo ''Poder Latino'' se convierta en un movimiento estridente, ni separatista. Lo más probable es que será una masa relativamente silenciosa de descendientes de inmigrantes y ciudadanos trasnacionales, pero que tomará la calle cuando se sienta amenazada por políticos o presentadores de televisión que perciba como promotores del odio antilatino.Resulta interessant contrastar les dades i les conclusions d'Oppenheimer amb les de Samuel Huntington a "El reto hispano".
Si continúa esta inmigración sin que mejore el proceso de asimilación, EE UU podría acabar siendo un país dividido en dos lenguas y dos culturas. Es el modelo que siguen algunas democracias estables y prósperas, como Canadá y Bélgica. Pero las diferencias culturales en esos países no son equiparables a las que hay entre EE UU y México, e incluso en esos lugares persisten las diferencias lingüísticas. No hay muchos canadienses angloparlantes que tengan el mismo dominio del inglés y el francés, y el Gobierno canadiense ha impuesto multas para conseguir que sus altos funcionarios hablaran los dos idiomas. Lo mismo ocurre en Bélgica. La transformación de Estados Unidos en un país como éstos no tendría por qué ser el fin del mundo, pero sí sería el fin del país que conocemos desde hace tres siglos. Los estadounidenses no deben dejar que ocurra, a no ser que estén convencidos de que esa nueva nación sería mejor.
Una transformación así no sólo revolucionaría el país, sino que tendría serias consecuencias para los hispanos, que estarían en Estados Unidos pero no serían de EE UU. Sosa termina su libro, El sueño americano (Plume, 1998), con unas palabras de aliento para empresarios hispanos ambiciosos. "¿El sueño americano?", pregunta. "Existe, es realista y está al alcance de todos". Sosa se equivoca. No existe el sueño americano. Sólo existe el American dream creado por una sociedad angloprotestante. Si los estadounidenses de origen mexicano quieren participar en ese sueño y esa sociedad, tendrán que soñar en inglés.