De vegades, em sorprèn la ingenuitat de Lluís Foix. En un article que
avui publica a La Vanguàrdia recomana a Rajoy que prengui nota del que ha passat a Belfast amb la formació d'un govern autònom entre dos enemics irreconciliables: els unionistes d'Ian Paisley i els exmembres de l'IRA.
Mariano Rajoy hace bien en considerar como propia la victoria de Sarkozy en Francia. Pero la derecha francesa ha ganado con un discurso moderno, transparente, respetuoso con la mitad aproximada de los franceses que no la han votado, con un debate de ideas y no de obsesiones, con un cara a cara de gran nivel entre el nuevo presidente y Ségolène Royal.
Mire a París, señor Rajoy, pero antes dese una vuelta por Belfast. Lo que ha pasado allí sólo ocurrirá en España si el terrorismo es abordado como una cuestión de Estado y no como una estrategia de partido. La paz bien vale este esfuerzo de unidad entre el Gobierno y la oposición.
Foix s'equivoca d'interlocutor, perquè qui no vol prendre nota del que passa a l'Ulster no és el PP sinó ETA, i en gran mesura també el govern de Zapatero. La diferència entre els terroristes d'Irlanda del Nord i d'Euskadi és que l'IRA va arrivar al convenciment que per la via militar no aconseguiria res i va decidir unilaterlament abandonar la violència, mentre que ETA, pel contrari, encara busca la victòria. Aquest és el nucli dur del problema i és el que ens recorda Panxo Unzueta en un article
avui a El País :
La amenaza selectiva contra ciertos partidos (antes PP y PSOE, ahora PP y algunos miembros del PSOE) es un argumento poderoso en favor del mantenimiento y aplicación de la Ley de Partidos. No puede participar en la competición electoral el brazo político de una banda protegido a la vez por el paraguas de la legalidad y el de esa banda, la cual se atribuye el derecho a eliminar a sus rivales. La Ley de Partidos fue necesaria no tanto para ilegalizar a Batasuna -cosa que ya era posible por la vía penal- como para establecer mecanismos capaces de contrarrestar las artimañas ideadas para burlar la prohibición.
No es difícil encontrar objeciones jurídicas contra esa ley, pero quien las plantee no puede desconocer las razones que la hicieron necesaria; no es posible afirmar, como hace el documento del Gobierno vasco leído ayer por el consejero Azkarraga, que la democracia no puede permitirse lanzar "un haz de sombra sobre la igualdad de toda la ciudadanía en el disfrute de los derechos fundamentales", en referencia a los votantes y candidatos de Batasuna, e ignorar que la falta de igualdad esencial es la que provoca la frontera entre amenazados y libres de amenaza que traza ETA.