El hecho de que los laicos se hayan equivocado en Turquía no quiere decir que no puedan volver a intentar preservar el legado de Ataturk y crear las condiciones para que la democracia turca progrese con arreglo a los valores occidentales.
Los liberales laicos de Turquía tienen que elaborar un plan para construir su propio movimiento de base, un movimiento que contenga el mensaje de la libertad individual. Deben restaurar la confianza de los electores y hacer que estén dispuestos a poner la economía de nuevo en sus manos, y deben reconquistar las instituciones educativas e informativas, la policía y la justicia.
Además, deben lograr que los líderes de la UE comprendan y respeten el hecho de que, en Turquía, el ejército y la justicia, además de defender el país y la Constitución, tienen asimismo la tarea -tal vez incluso más importante- de proteger la democracia turca frente al islam.
Restablecer el auténtico secularismo en Turquía no quiere decir restablecer cualquier secularismo. Se refiere a un entorno laico que proteja las libertades y los derechos individuales, no un secularismo ultranacionalista en el que el Mein Kampf de Hitler sea un best seller, se niegue el genocidio armenio y se persiga a las minorías. Un nacionalista de este tipo fue el que asesinó al periodista armenio Hrant Dink.
Esta mezcla de nacionalismo violento e islam predador es la que hace que los liberales laicos turcos se enfrenten a un reto mucho mayor que el de cualquier otro movimiento liberal actual.
Las democracias liberales de Occidente deben apoyar a los liberales turcos en estos momentos difíciles. Y, aunque parezca paradójico, ese apoyo debe empezar por reconocer que el ejército turco no es semejante a ningún otro. El ejército tiene la tarea excepcional de salvaguardar el carácter laico de Turquía.
Stephen Schwartz escriu a "La crisis turca":
Tanto los seculares como los islamistas tienen execrables historiales en materia del tema más básico que divide a la sociedad turca: la naturaleza de la identidad turca.
Los ciudadanos turcos incluyen a turcos étnicos, kurdos, armenios, judíos, griegos, árabes y otras minorías, que profesan el Islam en diferentes variantes, así como diversas ramas del cristianismo, más el judaísmo, y para algunos ninguna religión.
El ejército turco y los islamistas turcos son únicos en sus prejuicios contra la comunidad alevi chi'í de 22 millones de personas -- hasta un tercio del país -- y en su insistencia en que los turcos son casi exclusivamente sunníes. Como observaba Irfán Bozan, autor de un reciente informe sobre la situación religiosa difundido por la influyente Fundación de Estudios Sociales y Económicos Turcos, la disposición del partido militante sunní AK a acomodar a la minoría alevi es "la prueba de fuego" de la lealtad expresa de Erdogán al secularismo.
El ejército turco y los islamistas turcos también están de acuerdo en rechazar conceder autonomía cultural a la minoría kurda, que supone hasta un quinto de la población. Y el ejército turco y los islamistas turcos se unen en la negación de la verdad histórica de que los armenios fueron brutalmente masacrados en Turquía durante la Primera Guerra Mundial. Tanto el militarismo turco como el islamismo turco definen implícitamente al buen ciudadano como turco y sunní por herencia y etnia. Pero una única nacionalidad por obligación siempre fue artificial, y la tentativa de institucionalizarla ha fracasado estrepitosamente.
Finalmente, el ejército turco y los islamistas turcos concuerdan en su actual hostilidad hacia Estados Unidos, especialmente en materia del estatus del Kurdistán iraquí. Erdogán y Gul han amenazado con obstruir la entidad kurda que controla la ciudad iraquí de Kirkuk -- presumiblemente mediante acción armada. La propaganda antiamericana de un tipo particularmente virulento pulula por Turquía y sus comunidades en el extranjero, centrándose en supuestas atrocidades de las tropas americanas en Irak.
Los alevi kurdos y turcos temen que conforme el poder del secularismo decaiga, el ejército gire en sí mismo en una dirección extremista sunní, teniendo en cuenta la necesidad de una nueva ideología unificatoria. Así señalan, paradójicamente, una de las peores consecuencias del secularismo compulsivo: un gran vacío en la calidad de la educación religiosa, que podría combinarse con la exclusividad del AK sunní a la hora de animar a predicadores radicales sin límites en el ámbito del culto fundamentalista y ultraviolento wahabí, el que inspira a al Qaeda.
El domingo, los manifestantes de Estambul lo entendieron bien. Entre en el secularismo militarista y el Islam radical, la mayor parte de los ciudadanos turcos probablemente continúen apostando por el ejército. Pero el país no avanzará hasta que adopte los tres principios indispensables de la verdadera democracia: ejército apolítico, pluralismo religioso, y total igualdad entre todas las minorías.
Tant Ayaan Hirsi Ali com Stephen Schwartz parteixen del supòsit, fins ara no desmentit, que l'Islam no és reformable. I, per tant, fan bé de mantenir encesos tots els senyals d'alarma. Però, si prescindim per un moment de la distorsió que provoca la irrupció de l'islamisme jihadista, resulta evident que hi ha països musulmans no àrabs que han aconseguit entrar en la via de la modernització. Per tant, penso que la pregunta correcta no és si l'Islam és reformable sinó si ho són les societats musulmanes. I crec que la resposta és que sí.
No sé quines són les intencions últimes d'Erdogan i de Gul a Turquía, però els fets semblen mostrar que, amb totes les contradiccions que es vulgui, han apostat clarament per la modernització. I que ho han fet a través del que alguns anomenen el calvinisme musulmà que ha permès l'esclat econòmic de l'Anatòlia central. Ja sé que la modernitat i el desenvolupament econòmic no porten inevitablement a la llibertat i la democràcia, però hi ajuden molt.