Forma parte de nuestra tradición occidental que el Gobierno se preocupe de la formación cívica de los jóvenes, pero si la respuesta se reduce a una asignatura obligatoria de la que deben ser evaluados el resultado es un error clamoroso. Sólo hay un precedente de medir la formación para ser ciudadano: la formación del espíritu nacional durante el franquismo.
Es un error porque educar para la ciudadanía sólo es posible con una formación integral basada en la tradición y experiencia educativa, donde la filosofía con la ética ocupa un lugar destacado, junto con las restantes humanidades y las ciencias sociales. Pero no se trata sólo de más conocimientos, eso tampoco sería decisivo. La persona cívicamente bien formada no se manifiesta en el discurso, sino en la actitud. No es tanto una suma de lecciones como la práctica de una experiencia. No se enseña principalmente por la palabra sino mediante el ejemplo. No puede existir una educación para la ciudadanía si no es todo el ámbito escolar el que la inspira.
¿En serio alguien cree que los problemas de agresividad, bullying,ausencia de respeto y de sentido del esfuerzo, pasotismo, individualismo, sexismo, indolencia, querencia por el alcohol y las drogas, degradación del clima educativo, en definitiva, falta de control sobre uno mismo y desconocimiento del sentido de la vida, se van a resolver con una horas de enseñanza de batiburrillo - sólo falta leerse los textos editados- que van de la parida personal de más o menos calidad a la nada con sifón para vender sin problemas, la militancia castrista o el adoctrinamiento de género? Tantas EpC como autores.
Cada maestrillo tendrá su librillo. Un esperpento que sufrirán nuestros hijos. Y esto es así porque inicialmente esta asignatura fue concebida en los extramuros del Gobierno con el fin de dar cobertura al adoctrinamiento sobre el laicismo de la exclusión religiosa y al homosexualismo político. Por eso sus organizaciones y el PSOE han estado preparando a profesores. ¿Es normal que partidos y lobbies entrenen a docentes para impartir una asignatura reglada? La dureza de la reacción en contra condujo a la situación actual de batiburrillo, donde todo dependerá de quien gobierne en cada autonomía, de los criterios de cada centro, del libro que elijan y de quién la imparta.
Sólo la escuela en su conjunto puede educar en el civismo. Pero ¿cómo puede hacerlo si está tan deteriorada la autoridad, y demasiados maestros y profesores se encuentran frustrados por las dificultades que encuentran para, simplemente, transmitir conocimientos?
¿Cómo puede haber una escuela educadora, cívica, cuando el buen orden, el respeto entre alumnos y al profesor, la deferencia en el trato, el sentido de la responsabilidad, del esfuerzo y del compromiso, han sido deliberadamente expulsados por quienes rigen la política educativa? Los mismos que ahora pretenden ocultar su fracaso con esta asignatura. Y que no se diga que se imparte en muchos países de Europa, porque ni sus motivos ni sus contenidos tienen nada que ver con la versión celtíbera. En la EpC española hay un mucho de estafa, de distracción de los problemas reales, como el del brutal fracaso escolar del ¡30%!
Es también un error, porque pretende sustituir la responsabilidad y primacía de los padres en la educación fundamental de sus hijos. Tienen el poder para hacerlo, pero no tienen el derecho. La Constitución establece en el artículo 27.3 que "los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". Más claro y concreto imposible. Nos corresponde a los padres educar moralmente a nuestros hijos, y el Gobierno tiene el deber de ayudarnos, cosa que no hace. ¿Que pueda haber padres que prefieran que esa función la haga el Estado? Forma parte de su libertad que sus hijos reciban esa enseñanza y, por consiguiente, sea de libre elección y nunca, como se pretende, obligatoria. Y a partir de la libertad y responsabilidad de los padres, que evalúen lo que quieran.
(Josep Pla)
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dilluns, 23 de juliol del 2007
El gran error
Vostès ja saben que sóc ateu, però firmaria aquest article de Josep Miró i Ardèvol sobre la nova assignatura d’Educació per a la Ciutadania sense tocar-hi pràcticament ni una coma.