El apagón eléctrico que ha dejado sin luz a miles de barceloneses provocó que ayer, en la reunión semanal del Govern, se pusiera sobre la mesa el debate sobre la necesidad de mejorar las infraestructuras en Catalunya. Una cuestión que causa división en el seno del tripartito, sobre todo entre el PSC e ICV en lo que se refiere a la construcción del cuarto cinturón y la interconexión eléctrica con Francia a través de la línea de Muy Alta Tensión (MAT). Para evitar que esta disparidad produzca turbulencias en el Govern, la consigna que se acordó ayer es que "no se mezclen" el debate sobre las infraestructura con la crisis eléctrica en Barcelona hasta que esta esté solucionada.El poder impune, de Jordi Barbeta a La Vanguardia
Escuchando ayer la comparecencia del alcalde Hereu, flanqueado por el conseller Saura, cualquiera diría que eran representantes de una asociación de vecinos defendiendo una causa romántica. "Quiero expresar - dijo el alcalde- la indignación por la dimensión y las consecuencias de esta avería... Seguiremos al frente de la exigencia para que esta situación se resuelva rápidamente". Del alcalde, del conseller o del ministro, los ciudadanos no necesitan su solidaridad, sino su autoridad para que las compañías eléctricas no actúen impunemente.Técnicas de persuasión masiva, de Quim Monzó a La Vanguardia
De repente lo vi todo claro: estos apagones no son espontáneos. Forman parte de un plan estratégico destinado a hacer evidente a la ciudadanía lo mucho que dependemos de la electricidad. De aquí a poco volverán a explicarnos lo de que "nadie quiere líneas de muy alta tensión pero todos queremos aire acondicionado en el piso", lo del "no en el patio de mi casa...". Los topicazos de siempre. De modo que váyanse preparando porque - para convencernos de que la gimnasia y la magnesia tienen mucho que ver- este verano va a haber muchos más apagones, sobre todo en la provincia de Girona: para que los afectados vean la luz - es un decir- y dejen de molestar con su disconformidad con la altísima tensión. Lo que me gustaría saber es cómo los programan. ¿Cuando le parece un jefe se levanta y dice: "Va, vamos a cortarles la electricidad un rato"? ¿O está todo estructurado a partir de un estudio concienzudo - hecho por psicólogos, sin duda-, para que el goteo de apagones sea lo más sensacional e irritante posible?El factor tóxico, de Francesc-Marc Álvaro a La Vanguardia
En Barcelona existe un factor tóxico especial que nos resta mucha fuerza a la hora de exigir responsabilidades políticas ante situaciones graves como la que se desencadenó la mañana del lunes. Este factor es muy visible, por ejemplo, cuando aparecen juntos para dar explicaciones los gobernantes de las diversas administraciones que nos llevan. El lunes al mediodía, comparecieron juntos, ante los medios, el ministro Clos, el conseller Saura y el alcalde Hereu. Todos ellos representan un solo color político, el PSC con un suave aliño de Iniciativa. El factor tóxico contra el que choca la exigencia ciudadana de responsabilidades es el monopolio del poder público catalán en manos de los socialistas y su satélite. Toda la cadena de decisiones políticas está ocupada por los mismos. Esta complicidad de partido se impone a la lógica interna de cada administración, de tal suerte que todos juegan a taparse los posibles errores en la gestión de la crisis. Hay que salvar el crédito de las siglas antes que nada. La fiscalización vigilante entre administraciones - tan importante como la cooperación entre ellas- desaparece, y el ciudadano queda sepultado por una espesa capa de justificaciones huecas. Clos, Saura y Hereu chutan la pelota a Fecsa Endesa y Red Eléctrica de España. Así, todo queda reducido a un conflicto entre empresas y clientes, como si Gobierno central, Generalitat y Ayuntamiento sólo tuvieran la obligación de atender las emergencias y poco más.Temor en el Gobierno por el creciente malestar de la sociedad catalana, d'Enric Juliana a La Vanguardia
El gran apagón de Barcelona no está pasando inadvertido en Madrid. Una inquietante señal de fondo comienza a ser percibido con fuerza por el Gobierno, y también por la oposición: la sociedad catalana está agotando su paciencia. Los trenes de cercanías no llegan a la hora, el túnel del AVE provoca un preocupante cimbreo en la psicología del Eixample, el aeropuerto de El Prat no se sabe hacia dónde despega y la luz se va.