Las decisiones económicas se toman como si el futuro fuera a ser una simple continuación del presente, lo cual implica pensar que la economía va a evolucionar de manera continua y no cíclica. Y esto es, precisamente, lo que causa los ciclos: que no se cree que vayan a tener lugar. En economía a menudo las expectativas se cumplen por sí mismas. Pero en otros casos, como en éste, se produce el efecto contrario: las expectativas, a la larga, se tornan contra sí mismas. La razón es sencilla, y la historia está llena de ejemplos: si las acciones suben en Bolsa, los ahorradores suponen que las subidas van a continuar, y compran; las compras hacen subir las cotizaciones, por lo que las expectativas se cumplen y aumentan los ahorradores deseosos de comprar. Las cotizaciones siguen subiendo; pero llega un momento en que los dividendos resultan insignificantes ante el precio de las acciones: los ahorradores dejan de comprar y las cotizaciones caen. Los accionistas suponen que van a seguir cayendo, y venden, lo cual hace que, en efecto, sigan cayendo. Ya tenemos aquí un ciclo económico. Este ejemplo simplificadísimo se puede dar igualmente en el mercado inmobiliario, en el de las materias primas y hasta en el de las flores (es famosa la burbuja de los tulipanes en la Holanda del XVII). El fenómeno se viene dando desde tiempo inmemorial; ya en años bíblicos, el casto José interpretó el sueño de las vacas gordas y las vacas flacas del faraón como una premonición del inminente ciclo económico.
La gran pregunta, però, és quan durarà crisi? En diu alguna cosa la història d'això?
Lo único claro es que puede durar 10 años, como duró la “crisis del petróleo” de mediados de los setenta a mediados de los ochenta, o la “Gran Depresión” de los años treinta, o la crisis japonesa de los noventa. Cierto es que las más recientes que antes cité duraron menos, unos dos o tres años. Pero esta crisis lleva visos de ser duradera a nivel internacional porque existen graves incertidumbres acerca de los precios relativos de productos tan importantes como el petróleo y los alimentos, porque esta larga década precedente de bajos tipos de interés ha estimulado inversiones en sectores cuya viabilidad está ahora en entredicho y porque, tras las recientes catástrofes bolsísticas, llevará mucho tiempo reconstruir un sistema internacional de crédito, hoy en ruinas.
I Espanya, què? Si em de fer cas a Zapatero, que ahir va dir a Nova York que es compromet a superar la renda per càpita de França en "3 o 4 anys", res. Però si em de fer cas a Tortella, potser que consultem ràpidament el llibre d'història.
En contra de las afirmaciones optimistas de algunos políticos (cada vez menos), la perspectiva para España no puede ser halagüeña, en gran parte porque, incomprensiblemente, el Gobierno del partido socialista no ha sido consecuente con los diagnósticos que sus más distinguidos economistas habían hecho cuando estaban en la oposición, afirmando que el crecimiento económico basado en la construcción inmobiliaria estaba abocado tarde o temprano a una crisis como la que hoy padecemos. Y, sin embargo, una vez en el poder, muy poco se hizo para prevenir una crisis lúcidamente anunciada: ni frenar el gasto para aumentar el superávit en tiempos de bonanza, ni reformar las estructuras distributivas para mejorar la competitividad y moderar los precios, ni modernizar los centros de enseñanza superior e investigación para librarnos de la dependencia tecnológica y mejorar la productividad.