Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst

Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.

Moltes gràcies a tots per haver-me seguit amb tanta fidelitat durant tots aquests anys.

divendres, 20 de febrer del 2009

Chávez, 10 anys després

Kevin Casas-Zamora:
En primer lugar, la noción de que la búsqueda de la justicia social demanda el abandono de la vía reformista y de las formas democráticas “burguesas”, en favor de una supuesta democracia “real”, nacida en el fuego purificador de la revolución y en los sueños milenarios del caudillo. No hay tal. La revolución chavista tiene a su haber logros importantes en la reducción de la pobreza y la desigualdad, aunque dudosamente sostenibles y teñidos por las peores prácticas asistencialistas. Esos logros también los tienen, casi en la misma proporción, países como Chile o Brasil, que no han renegado de la separación de poderes, de la pluralidad política o la libertad de prensa, y que no han tenido, tampoco, una inyección de más de 300.000 millones de petrodólares en una década. Más importante aún, pese al incesante revisionismo histórico, no debe olvidarse que entre 1950 y 1980, Venezuela misma fue capaz de reducir la pobreza extrema de 43% de su población a 8%, una de las cifras más bajas de América Latina. Y lo hizo en democracia y en libertad.

En segundo lugar está la idea de que los males de América Latina son, invariablemente, culpa de otros. Es esta la perniciosa narrativa de victimización –aún tan popular en las universidades públicas de la región—contra la que con tanta elocuencia predicó otro venezolano, Carlos Rangel, antes de morir a destiempo. Es obvio que ni el sistema tributario famélico, ni la educación de mala calidad, ni la corrupción rampante, ni la criminalidad desbocada, ni la debilidad de las instituciones, todo aquello, en suma, en lo que Venezuela camina mal aun para los reducidos estándares de América Latina, son culpa del imperialismo norteamericano. En particular esto último. Que Hugo Chávez declare moribunda una constitución legítima o que diga “L’état c’est moi” y decrete, al mejor estilo de Trujillo, un feriado nacional para celebrar su ascenso al poder, son muestras más que elocuentes de un raquitismo institucional enteramente criollo, que basta y sobra para condenar a cualquier país al noveno círculo de la miseria.