A dos dies de les eleccions presidencials nord-americanes tot apunta a una victòria de George W. Bush. Malgrat els esforços que fan alguns mitjans de comunciació per reinterpretar els resultats de les enquestes, no poden amagar la preferència de l'electorat pel candidat republicà, encara que sigui per un estret marge. La reaparició en video de Bin Laden, amb renovades amenaces però amb un discurs desinflat i inconsistent, no ha fet més que afavorir l'actual inquil·lí de la Casa Blanca. Però hi ha altres raons més difícils de detectar que poden capgirar el resultat. Xavier Sala-i-Martín
n'apunta tres.
Primera, las encuestas tienden a equivocarse cuando el número de votantes aumenta súbitamente. La razón es que las empresas demoscópicas preguntan a una pequeña muestra de diferentes grupos representativos y, antes de proyectar los resultados finales, tienen que predecir cuánta gente de cada grupo acabará votando. Como no lo saben, examinan su propensión a votar en pasadas elecciones. Lógicamente, cuando un grupo cambia su comportamiento de forma masiva (como hicieron los jóvenes españoles el 14M), las encuestas yerran de mucho. Kerry espera que se repita en Estados Unidos lo que pasó en Marzo en España. Y puede que no ande muy equivocado ya que el número de ciudadanos registrados para votar este año ha subido vertiginosamente.
La segunda razón por la que hay que desconfiar de las encuestas es la proliferación de… (no se rían por favor), ¡teléfonos móviles! En Estados Unidos es ilegal que las empresas te llamen al móvil (porque el precio de la llamada se divide entre el que llama y el que es llamado). Eso hace que exista un número creciente de familias que no han sido sondeadas al no disponer de teléfono fijo. Dado que éstas tienden a ser jóvenes y a apoyar a Kerry, las encuestas pueden estar infravalorando el apoyo real al candidato demócrata.
Y tercera, los sondeos mencionados son nacionales pero, en realidad, hay 51 elecciones estatales. A estas alturas, la mayor parte de los estados ya se han decantado pero un reducido número de ellos (los llamados swing states o estados columpio) entre los que destacan Florida, Iowa, Michigan, Minnesota, New Mexico, Ohio, Pennsylvania y Wisconsin, arrojan empates técnicos. Dado que estos ocho estados suman un total de 117 votos electorales de los 270 que se necesitan para ganar, si Kerry consiguiera apuntalar unos cuantos de éstos, la presidencia sería suya.
Si no es produeix un d'aquests fenòmens imprevisibles -el 14-M després de l'11-M és paradigmàtic- Bush té garantit un segon mandat. Però, si guanya, governarà com fins ara? canviarà o modificarà la seva estratègia?. Per
Rafael L. Bardají la resposta és clara: "més Bush, no menys, en el segon mandat".
Bush, lejos de volverse moderado, podría muy bien impulsar todavía más cambios y una agenda internacional más ambiciosa. Es verdad que el desgaste de la lucha contra el terrorismo y muy particularmente, las dificultades encontradas en el Iraq post-Saddam ha producido una clara fatiga en el equipo actual de la Casa Blanca, pero una segunda victoria de George W. Bush, seguida como todo parece apuntar, a revalidar la mayoría republicana en el Congreso y en el todopoderoso Senado, reafirmaría la creencia del presidente americano en que ha hecho lo correcto y que está en el buen camino. ¿Por qué debería cambiar ahora?