L'editorial de "The Economist" diu això:
WHATEVER future generations may say about Pope John Paul II, who died on Saturday April 2nd, aged 84, they will look back with amazement on the moment when, for the first time in 500 years, a Christian bishop was in the vanguard of world history. That was in June 1979, barely nine months after the Polish prelate's surprise call to the Vatican, following the untimely death of Pope John Paul I. On a return visit to his homeland, the new pope was bathed in an outpouring of popular devotion that amazed almost everybody, from Warsaw's dissidents to an appalled Soviet Politburo. Millions of Poles turned out to sing, weep and pray with the man they knew as Karol Wojtyla, archbishop of the university town of Krakow. From then on, the Soviet communists began losing their grip on their East European vassals, and the end of the Iron Curtain was in sight. Stalin's mocking question—“How many [military] divisions has the pope?”—had received its answer.I això:
Could the pope have allowed greater freedom of thought and debate within the church? There was, perhaps, a fundamental contradiction in the mandate which he received in 1978. He could either fulfill the decisions of the second Vatican Council and allow the church to become a looser and more quarrelsome organisation; or he could impose ideological unity, at the risk of seeming like a bully.També us recomano aquesta reflexió de Pedro J. Ramírez:
He veered towards the latter course, but in doing so may have undermined the papacy's authority in the eyes of the world. If, for example, the Catholic church's teaching on sexual behaviour had plainly been the outcome of a deep reflection from its grass roots (female as well as male, in poor countries as well as rich) it would have carried great moral power, even among those who disagreed. But its views commanded less authority when they seemed to originate from a small number of powerful (and unmarried) men.
On the other hand, Pope John Paul would not have been true to his own deepest beliefs if he had been concerned, first and foremost, with how things seemed in the eyes of the world. He regarded himself as accountable to God; and how he fared by that measure is not something that any human being, whether believer or atheist, may presume to judge.
Siendo mi caso el de uno de esos millones de españoles que, habiendo tenido educación religiosa, defendemos los valores de una sociedad laica y apoyamos el racionalismo, el progreso y la capacidad de cada individuo para tomar todas las decisiones que le afecten -incluidas las encaminadas a poner fin a la propia vida-, debo decir ahora que desde el mismo instante en que ha muerto este Papa he empezado a echar de menos el sentido compensatorio y cautelar de su intransigencia.
¿Cómo no defender el derecho de una mujer a interrumpir su embarazo en las primeras semanas de gestación sin que eso tenga consecuencias penales para ella? ¿Pero cómo no tener en cuenta, al mismo tiempo el llamamiento del Pontífice a proteger la vida ajena desde el momento de su concepción y el riesgo de que tal vez la Historia sea implacable con una civilización que se aplica a la destrucción de los seres más indefensos?
¿Cómo no permitir la alteración de la carga genética de un embrión para prevenir la transmisión de una enfermedad o para producir un donante compatible con un familiar que necesita un trasplante de médula? ¿Pero cómo no escuchar a la vez la advertencia de que tal intervención en el preámbulo de la vida, si a la necesidad le sucede
el capricho y al capricho la ambición, puede terminar dando al traste con la propia noción de individuo y de persona?
Tal vez pueda parecer el colmo del egoísmo, pero puesto que no vamos a renunciar a probar ninguno de los frutos del árbol prohibido, tengamos lo más a mano posible al mejor suministrador de antídotos, no vaya a ser que alguno de los bocados termine siendo venenoso.No creo que avancemos inexorablemente hacia el despeñadero de una rugiente catarata, pero, por si acaso, ha resultado muy tranquilizador llevar a
bordo a alguien empeñado en remar denodadamente en la dirección contraria a la de la corriente. Claro que eso podía reducir la velocidad de desplazamiento, pero ¿y si quien estuviera en lo cierto fuera él?