El més probable és que no. Aquesta és la resposta que dóna la catedràtica de Ciència Política, Edurne Uriarte, a la pregunta que encapçala l'article
¿Cambiarán las mujeres el mundo?, publicat dijous a l'ABC.
Ahora sabemos que la igualdad numérica de las mujeres en el poder es sólo una cuestión de tiempo, pero desconocemos si las mujeres transformarán el poder. La mayoría de las teorías predicen que esa transformación se producirá, que las mujeres tienen valores y objetivos diferentes, que su estilo de liderazgo es también distinto. Y que esos valores y ese estilo son los mejores y más deseables. El mito de la buena líder se sustenta en la creencia de que las mujeres son más integradoras, más igualitarias, más interactivas, que fomentan la participación, que comparten el poder y la información, que dan más valor a las relaciones. Aún más, que las mujeres se basan en el poder personal más que en el formal, en el poder que depende, no de
la posición ocupada, sino de la capacidad para establecer confianza, respeto mutuo y credibilidad. ¡Qué emoción!... Es la coletilla casi inevitable del relato anterior, que es un resumen fidedigno de varios estudios sobre el liderazgo femenino. He aquí que las mujeres reunimos todas las cualidades para ser el jefe ideal, el presidente perfecto, el poder justo y benévolo, todo aquello que los agresivos y ambiciosos hombres no han sido capaces de conseguir.
Segons Uriarte, no hi ha cap evidència empírica respectable que pugui confirmar el que és, sobre tot, un desig de les dones i, probablement, un mite del feminisme i de l'esquerra. Les grans dones que han excercit fins ara les més importants parcel·les del poder polític al món -Margaret Thatcher, Indira Gandhi, Golda Meir i ara, en un altra nivell, Condoleezza Rice- no avalen cap diferència substancial respecte el lideratge masculí. Precissament per això, per no encaixar en el model, feministes i esquerranistes les consideren sempre una excepció. Després de repassar cinc elements que posen en solfa el mite, Uriarte conclou:
Preveo que el mundo de las presidentas será igual de competitivo y agresivo y que, en circunstancias semejantes, ellas lanzarán el mismo número de misiles e iniciarán las mismas guerras. Porque ahora mandan en el mundo, no en el hogar. Y ambas cosas no tienen nada que ver.