Álvaro Vargas Llosa analitza la situació:
Hace más de seis años, el presidente Arnoldo Alemán y el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) arruinaron la transición de Nicaragua al Estado de Derecho tras sellar un infame acuerdo con los sandinistas, arrojados del poder por los electores en 1990, que les otorgaba un virtual control de las instituciones medulares. El reparto del poder conocido como "El Pacto" garantizó la impunidad para Alemán y su corrupta administración y permitió a Daniel Ortega resurgir de las cenizas, proporcionándole los medios para ejercer un dominio político sobre varios segmentos de la población.
Después, el revolucionario marxista pasó a ser un travesti político, poniéndose un atuendo cristiano. El año pasado Ortega se casó con su compañera de larga data en una ceremonia religiosa presidida por el Cardenal y este año instruyó a sus legisladores para que voten a favor de una ley que prohíbe el aborto aún en los casos en que el embarazo pone en riesgo la vida de la madre. ¿El resultado? La victoria en la primera ronda electoral el domingo pasado.
En virtud del "Pacto", los sandinistas obtuvieron el control del poder judicial y protegieron a Daniel Ortega de las denuncias de su hijastra, Zoilamérica Narváez, que lo ha acusado de haber abusado sexualmente de ella durante su adolescencia (recuerdo haberme conmovido profundamente cuando me contó en detalle su dolorosa historia a fines de la década del 90). Este comercio político de índole mafiosa garantizó también que la "Piñata", la tristemente célebre distribución de los activos gubernamentales y la propiedad confiscada entre los dirigentes sandinistas tras su derrota en las elecciones de 1990 a manos de Violeta Chamorro, no sería revisada. Como parte del festín voraz que birló a los nicaragüenses cientos de millones de dólares, Daniel Ortega se mudó una casa de $1 millón de dólares expropiada al empresario y ex "contra" Jaime Morales (quien, confirmando que todo está patas arriba en Nicaragua, fue compañero de fórmula de Ortega en estos comicios.)
El dominio del "Pacto" sobre las instituciones de Nicaragua es tan férreo que el gobierno de Enrique Bolaños, el Presidente saliente que trató de combatir la corrupción después de su elección en 2001, quedó reducido prácticamente a la impotencia durante los últimos cinco años.
També ho fa Carlos Alberto Montaner:
¿Qué va a hacer Daniel Ortega a partir de enero de 2007? Tiene dos caminos: uno es el de portarse bien y escribir con buena letra, continuando la política económica sensata de los tres gobiernos democráticos anteriores, lo que quiere decir gasto público limitado, impuestos aceptables, libre cambio de divisas e inflación bajo control. O sea, lo contrario de la receta neopopulista. El otro camino es intentar sumarse al ´´socialismo del siglo XXI´´ al que insistentemente lo convoca su ´´hermano´´ Hugo Chávez, ese caotizador continental, reivindicando de nuevo la bandera de la revolución y la lucha planetaria contra el imperialismo de los odiados yanquis, como decía el himno sandinista antes de que lo modificaran. Pero, ¿cómo internarse en esa selva peligrosa con el 60 por ciento del pueblo en contra, incluido el parlamento, sin recursos, y con una sociedad cuya infinita mayoría rechaza este cansado lenguaje de guerra fría?
El chavismo, incluso, posee una hoja de ruta con cinco pasos precisos: se ganan las elecciones, se convoca a una nueva constitución, se desmantelan las instituciones republicanas, se concentra todo el poder en el líder, y se le concede el control administrativo y empresarial al ejército y a los partidarios del gobierno. Eso hizo Hugo, eso intenta hacer Evo, y eso esperan en Caracas que haga Daniel. Todo esto, además, debe ocurrir en medio de denuncias ante un inminente desembarco de marines y fantasmales intentos de asesinato organizados por la CIA. Pero ¿cómo Ortega va a llevar a cabo esa colección de fechorías en el 2007, cuando, pese a su victoria pírrica, es el más detestado de los políticos nicaragüenses? Ni puede convocar a una nueva constitución, ni lo dejarán desmantelar las ya muy magulladas instituciones republicanas. ¿Qué puede hacer, entonces, para sumarse al chavismo? ¿Va a dar un golpe militar? ¿Va a volver a organizar turbas y milicias?