Los comunistas españoles consideraban execrables las dictaduras de Franco o Salazar -ahí no podemos sino alabarles el gusto-, pero encontraban estupendas o cuando menos justificables la de los sucesores de Stalin, la de Mao o la de Fidel Castro.
Hasta que llegó Santiago Carrillo -yo estaba por cierto entonces en Cuba- y mandó a parar. Carrillo, que a los 90 años sigue vivo y lúcido, era secretario general de La Cosa. Pero ello no le impidió pronunciar una de las frases más sabias del siglo pasado: «Dictadura, ni la del proletariado». O sea: esa dictadura (que en realidad fue siempre la del aparato leninista) era tan execrable como cualquier otra y se había impuesto, como el franquismo, por la violencia. Pero después los estadounidenses inventaron otra, que no necesitaba guerra civil ni asesinatos en masa para reinar: la politically correctness: la corrección política, lo políticamente correcto.
Que tuvo consecuencias catastróficas para la libertad de expresión, al propiciar la autocensura. Pero en este último día previo a mis vacaciones de agosto me ocuparé, con la brevedad prevista, de otra consecuencia indeseable: la discriminación positiva.¿Cómo se llega a eso? Unas personas son menos afortunadas que otras, lo cual es malo. ¿Qué hacer? Contrapesarlo favoreciendo a los desfavorecidos. Hasta aquí y según se mire, santo y bueno.
Pero luego se constata que más que personas individuales hay colectivos desfavorecidos: mujeres, negros, transexuales... Por tanto: cupos obligatorios de mujeres, negros o transexuales. Resultado: como en Estados Unidos hay más negros o hispanos que asiáticos, el cupo de afros es mayor que el de japos. Resultado: un asiáticomericano con una nota de la enseñanza media de 8,5 no puede entrar en la universidad donde entra un afroamericano con 4,5. En Brasil, dos gemelos, uno blanco y otro negro, llegan a la puerta de la universidad con la misma nota: al negro lo admiten, al blanco no. No es un chiste.
Los catalanes -permítanme autoexcluirme en este caso- querían superar eso. Lo han conseguido. Han implantado la discriminación positiva no en favor de personas, ni siquiera consideradas como colectivos, sino en favor de una entelequia: la lengua como sistema.
Dado que los primeros conocimientos formalizados se adquieren con mayor facilidad y eficacia en la lengua materna o usual, que para la mayor parte de los niños catalanes es el español o castellano, lengua oficial en Cataluña, la lengua vehicular en las escuelas públicas de Cataluña no será el castellano sino el catalán, asimismo oficial, pero minoritario y por tanto más débil. Han dado, diría Saussure, preferencia a la langue (superestructura imaginaria) sobre la parole (realización concreta en cada hablante).
Una aberración sin paliativos, sin justificación. Salvo que el fanatismo justifique.
Carrillo, vuelve a decirles aquello: dictadura, ni la del proletariado; pero con la pequeña variación que te propongo en el título. Los catalanes civilizados te lo agradeceremos.
(Josep Pla)
Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst
Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.Moltes gràcies a tots per haver-me seguit amb tanta fidelitat durant tots aquests anys.
dimarts, 31 de juliol del 2007
Discriminació? Ni positiva.
"Discriminación, ni la positiva para la pobre lengua catalana", d'Iván Tubau a El Mundo de Cataluña: