P. Lo que sí ha sido un terremoto en el interior del PSOE es el debate territorial. No sé cómo vivió usted la cuestión del Estatut, que a punto estuvo de dividir a su partido en dos.
R. Bueno, yo no diría tanto. A mí me pareció que la primera propuesta no era aceptable porque afectaba seriamente a la cohesión. También había otra cuestión que hoy me sigue preocupando, y es que el Estatut me parece excesivamente reglamentista. Pero también le quiero decir que el espectáculo que estamos viviendo de ver al PP repudiar las mismas materias, recurriendo al Constitucional, porque es Cataluña, mientras les parece bien lo que se aprueba en Baleares o en Andalucía, es un espectáculo de incoherencia difícilmente superable.
P. ¿Se imagina, por un momento, que Maragall se hubiera atrevido a hacerle a usted la misma propuesta de Estatut?
R. No me imagino a Maragall planteándome un Estatut como ése; pero le aseguro también que él tampoco se imagina haciéndome semejante propuesta. Conozco bien a Pasqual y hemos sido amigos muchos años; él tampoco se lo imagina. Y es que hay un error de percepción en la dirección política, que ha existido siempre, que es creer que lo que viven los políticos en su ámbito es lo que viven los ciudadanos, y así tratan de implicar a los ciudadanos en un debate que no les interesa. Y la gente responde ¡no! Eso también lo debe saber Maragall, aunque ahora diga que Zapatero se ha venido a mis posiciones.
P. Pero el Estatut de Zapatero produjo tensiones graves en el interior del PSOE.
R. Zapatero ha tenido el partido mucho menos fracturado y menos dividido de los últimos años. Desde luego, menos dividido que en mi época, en la que yo tenía serios problemas. Yo tenía más debate, más polémica y más crítica que la que tiene Zapatero... Lo que sí produjo el problema del Estatut fue desconcierto. Y la fortísima campaña que hizo la derecha aumentó el desconcierto, sin duda, entre los socialistas.
(Via F.C.)