Necesitamos una visión más realista del impacto del cambio climático. Se está hablando de que es inminente y dramático, pero no es así. Por ejemplo, Al Gore afirma que el nivel del mar subirá 6 metros, mientras que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) afirma que subirá 30 centímetros, 20 veces menos. Tenemos que mirar el problema con perspectiva. Si echamos un vistazo a los últimos 150 años, el nivel del mar también ha subido 30 centímetros. Algo similar ocurre con la subida de temperatura, que tampoco es tan catastrófica como apuntan algunos. En definitiva, el cambio climático es un desafío a nuestra civilización, pero no una catástrofe de proporciones gigantescas.
Entonces, tampoco creerá que el cambio climático esté provocando el aumento de otros grandes problemas, como los desastres naturales.
Así es. Hablemos por ejemplo de los huracanes en Estados Unidos. Es cierto que su impacto se ha incrementado dramáticamente en los últimos años, pero el cambio climático no tiene la culpa, sino que mucha más gente vive ahora en zonas con riesgo de huracanes. El Protocolo de Kyoto no habría salvado a Nueva Orleans del Katrina. Sin embargo, sus desastrosas consecuencias se podrían haber evitado con una mejora en sus diques y su mantenimiento. Por ello, si queremos reducir el impacto de esta catástrofe natural, no tenemos que potenciar políticas contra el cambio climático, sino construir mejores edificios, mejores diques, etc.
Otro ejemplo es el de la malaria. Mucha gente cree que con el cambio climático va a aumentar el número de personas infectadas, y por eso hay que invertir en políticas contra el cambio climático. Sin embargo, se trata de una forma ineficiente de combatir el problema: El mismo dinero para políticas contra el cambio climático, invertido en políticas contra la malaria, puede salvar 36.000 personas de esta enfermedad.
¿Cómo habría que combatir el cambio climático?
El problema es que se trata de algo caro. El Protocolo de Kyoto cuesta al año unos 180.000 millones de dólares. Incluso si todos los países llevaran a rajatabla los objetivos marcados por este protocolo, sólo se lograrían posponer los efectos del cambio climático siete días al final del siglo. Por ello, la cuestión es aplicar medidas más inteligentes y menos costosas económicamente. Una medida en este sentido es invertir más en I+D, en tecnologías energéticas, en energías renovables como el sol o el viento, en mejorar la eficiencia energética, en sistemas de captura de carbono. De esta forma, costaría dos veces menos y sería diez veces más eficaz. En definitiva, se conseguirían tecnologías medioambientalmente limpias cada vez más baratas y al alcance de todos, especialmente de chinos e indios.
Gràcies T. A.
ADDENDA.- Després d'una llarga deriva respecte les seves motivacions inicials i comprovant que no sembla haver-hi propòsit d'esmena, Xavier Sala-i-Martín creu que ja ha arribat l'hora de suprimir el Premi Nobel de la Pau.
Según los estatutos, el premio Nobel de la Paz se otorga al individuo o grupo que más haya trabajado por la fraternidad de las naciones, por la abolición de los ejércitos o por la promoción de congresos de paz. Si preguntamos a la gente de la calle qué persona del siglo XX mejor encarnó estos principios, seguramente la mayoría señalaría a Mahadma Ghandi. Pues bien, Ghandi nunca ganó el premio Nobel de la Paz.
En cambio, sí han sido galardonados conocidos terroristas o líderes que han luchado por sus causas a través de la violencia: desde Yaser Arafat (que siempre apareció ante el público con su uniforme militar) hasta Henry Kissinger (instigador del golpe de estado de Pinochet y que contribuyó a finalizar la guerra de Vietnam más por necesidad de política interna que por convicción pacifista) pasando por Anwar el Sadat (conocido por eliminar a enemigos políticos a través de “accidentes” aéreos) o la propia Rigoberta Menchú (quien, a diferencia de Ghandi, promueve una revolución indígena violenta contra los blancos).
Entre los galardonados por defender causas que no tienen relación con la paz tenemos al ganador del año pasado, Muhammad Yunus, que creó un banco para dar crédito a los pobres, Wangari Maathai que ganó por defender la sostenibilidad en Kenya, o médicos sin fronteras por su labor humanitaria. La erradicación de la pobreza, la defensa de los árboles y la salud pública son causas extraordinariamente nobles… pero no tienen nada que ver con los objetivos del Nobel de la Paz.
Lo que nos lleva al premio de 2007 concedido a Al Gore y al IPCC de la ONU por su labor en la creación y diseminación del conocimiento sobre el cambio climático. ¿Qué han hecho para merecer este premio? La respuesta es que no han hecho nada. Absolutamente nada. Evitar el calentamiento del planeta puede ser muy importante, pero ni Al Gore ni el IPCC han trabajado por la fraternidad de las naciones, ni la abolición de los ejércitos ni han promovido congresos de paz.
Llegiu l'article sencer, aquí. Val la pena, especialment pels que no coneixen la veritable història de Rigoberta Menchú.