Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst

Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.

Moltes gràcies a tots per haver-me seguit amb tanta fidelitat durant tots aquests anys.

dimecres, 3 d’octubre del 2007

La presa de vel

"Así nos luce el velo", de Quim Monzó a La Vanguardia
¿"La decisión de la niña"? Creer que una niña de ocho años decide por sí misma si quiere llevar o no un velo islámico es mucho creer. Es no saber que a esa edad temprana los hijos son lo que respiran en casa, que las ideas de los padres se propagan acríticamente a través de ellos. Quizá se rebelen - o quizá no- cuando sean mayores, pero suponer que sus decisiones son fruto de un racionamiento libre e imparcial evidencia que el delegado de Educació conoce poco lo que es un niño.

Si un alumno no puede entrar en clase con salacot o con montera de torero, ¿por qué va a poder entrar con la cabeza cubierta por un velo? Muchos ciudadanos mantienen una actitud pazguata ante este asunto, una actitud que es fruto de un paternalismo de matices racistas, aunque se indignen si se lo dices. También aquí, entre nosotros, durante siglos las mujeres vestían de negro hasta los pies y llevaban la cabeza cubierta con un pañuelo. Fue precisamente el camino hacia la igualdad lo que hizo que sus hijas y sus nietas se desprendiesen de él. Por cierto: qué pena daban las universitarias que, hace unos años, en las manifestaciones contra la guerra de Iraq, se cubrían la cabeza con pañuelos islámicos, en un gesto de solidaridad que evidenciaba su incoherencia y su papanatismo.


Tocados”, d’Arcadi Espada a El Mundo.

Hace menos de 50 años eran familiares en España las mujeres con un pañuelo en la cabeza. Descontadas las razones de higiene (que contaban), la costumbre era traducción icónica de una ley, en absoluto reminiscente, que entre otras disposiciones prohibía abrir cuentas bancarias a las mujeres. El pañuelo cayó por efecto del agua corriente y de la más profunda revolución del siglo, que es la que ha instalado mujeres y hombres en un espacio común. Ahora el pañuelo vuelve a Europa y algunas bellas almas ceden a su presencia, como este consejero Maragall que obliga a un colegio de Gerona a admitir a una niña con hiyab, una suerte de turbante mejorado que cubre cabeza (ay, nucas adorables) y escote (ay, sínies fatales). La razón argüida (realmente sospechosa) del consejero es la tolerancia. Y sus explicaciones añadidas poco convincentes. El consejero ha dicho que el hiyab no impide la comunicación y que si la niña vistiera una prenda que lo impidiera se le prohibiría la entrada. Es el problema característico de los socialdemócratas: sus respuestas homeopáticas a los conflictos suelen ser un fraude a la razón y una fuente de problemas futuros. Ni el hiyab ni el chador ni el niqab ni el burka prohíben la comunicación. Al menos no más que esas gruesas gafas negras que los adolescentes legañosos suelen usar en las primeras horas de clase.