Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst

Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.

Moltes gràcies a tots per haver-me seguit amb tanta fidelitat durant tots aquests anys.

dijous, 4 d’octubre del 2007

Rebels a la recerca de causa

"¿De qué monarquía hablamos?", de Francesc de Carreras a La Vanguardia

En nuestra Constitución el Rey no posee poder político alguno, ni legislativo, ni ejecutivo, ni judicial, ni de ningún otro tipo. Si lo tuviera, al no ser un cargo electivo, no estaríamos en una democracia política. El Rey es titular de la Corona, nombre que adopta la jefatura del Estado en España y, dado que es un cargo hereditario, no puede tener poderes políticos propios, sólo tiene deberes, cumplir con determinados actos debidos y ejercer potestades meramente formales. Como jefe del Estado, es el símbolo de su unidad y permanencia. El responsable de sus actos políticos es siempre otro - el presidente o algún ministro, en ciertas ocasiones el presidente del Congreso-, porque no es él quien toma las decisiones políticas.

Por ello, el rey de España es un rey sin poderes políticos porque el titular originario de estos poderes es el pueblo y quien los ejerce en su nombre son los órganos legitimados por la voluntad popular. La forma de Estado en España no es una monarquía sino un Estado social y democrático de derecho, como dice el art. 1.1 de la Constitución. La monarquía es una forma de gobierno, en concreto, una forma de gobierno parlamentaria (art. 1.3) en la que el jefe del Estado es un rey. Si en lugar de una forma de gobierno la monarquía fuera una forma de Estado no viviríamos en una democracia, sino en una dictadura.

Por tanto, tranquilos los que se sienten republicanos: se puede ser demócrata y monárquico sin contradicción alguna. La actual monarquía se inicia con la Constitución, no es continuadora de la de Alfonso XIII, mucho menos de la de Felipe V.

Hoy la contradicción no está, ni puede estar, entre monarquía y república, sino entre democracia y dictadura. Desde este punto de vista, la crítica a la monarquía no tiene fundamento. Sólo la tendría si el Rey dejara de cumplir con sus obligaciones constitucionales, intentara tener influencia allí donde no tiene poder, es decir, si por canales indebidos abusara de su condición de jefe del Estado. En ocasiones, algunos se lo han pedido. El Rey, afortunadamente, nunca ha caído en esta tentación.