Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst

Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.

Moltes gràcies a tots per haver-me seguit amb tanta fidelitat durant tots aquests anys.

dimecres, 13 de maig del 2009

Bolònia: el problema és Espanya

Com explicava "La reina del Mambo", el problema no és Bolònia, el problema és Espanya. També ho creu el professor Enrique Gil Calvo:
Si España es el problema, Europa es la solución. Cuando ya se creía que este axioma regeneracionista (retomado de Costa por Ortega) estaba superado por nuestra definitiva normalización democrática, he aquí que de nuevo se espera que la burocracia de Bruselas (el EEES o Espacio Europeo de Educación Superior) resuelva desde arriba por decreto ley todos nuestros problemas. Unos problemas universitarios con cuyo diagnóstico se puede estar de acuerdo, pero no tanto con la solución ordenancista canonizada por la escolástica de Bolonia. ¿Cuáles son esos problemas? Distingamos entre la oferta y la demanda universitaria.

Empezando por la oferta, nuestra universidad actual es de baja calidad, en términos de productividad investigadora y docente. Pero en eso resulta representativa de la sociedad española, de gran mediocridad cultural y cuya economía se caracteriza (a causa de su dependencia del ladrillo) por su déficit de productividad y competitividad. Y es que cada sociedad tiene la universidad que se merece. Se dirá que debería ser misión de la universidad liderar el cambio cultural y económico de la sociedad española. Y ojalá fuera posible. Pero hace ya tiempo que la universidad dejó de ser el vivero elitista de las clases dominantes, como sucedía en el franquismo, y tampoco es ya el privilegiado oasis de libertad y movilización que animó la transición democrática. No, ahora, tras su masificación y fragmentación autonómica, la universidad sólo es una máquina expendedora de títulos académicos de bajo coste, limitándose a satisfacer las demandas arribistas de una sociedad de clases medias que no aprecia el capital humano, sino el capital social. De ahí que la inversión de la pirámide educativa (muchos titulados superiores y pocos títulos de grado medio y FP) no haga sino reflejar la inversión de la pirámide ocupacional (muchos médicos, abogados y arquitectos frente a pocos enfermeros, informáticos y asistentes sociales). Por eso hay que buscar las responsabilidades de semejante abaratamiento académico no tanto en el lado de la oferta como en el de la demanda universitaria.

Es el otro grave problema que debería resolver Bolonia: la pasividad, conformismo, adocenamiento y falta de iniciativa de nuestro alumnado universitario, que compagina su prolongada permanencia en las aulas con la inactiva dependencia familiar mientras se entretiene con descargas audiovisuales, consumismo posesivo y el gregario botellón (además de otros hábitos estupefacientes que lidera nuestra juventud a escala mundial). Un estilo estudiantil de vida que les mantiene en una tutelada minoría de edad hasta los 25 años, impidiéndoles adquirir la experiencia de la autonomía personal a la espera de hipotecarse de por vida accediendo a un piso de propiedad privada. No es extraño, por ello, que opten por la sobretitulación académica a fin de asegurar su futuro mediante el posterior subempleo, reproduciendo de este modo la perversa inversión de la pirámide ocupacional y educativa. Y siendo así todo esto, ¿alguien puede pensar que las nuevas ordenanzas burocráticas de Bolonia lograrán arreglar las cosas? Habrá que esperar y ver, para poder creerlo. Pero lo que sí parece seguro es que, de acuerdo a nuestra tradición (hecha la ley, hecha la trampa), una y otra parte, profesores y alumnos, aprenderemos a adaptarnos al embolado de Bolonia.