Frances de Carreres ho explica de manera clara i meridiana en el seu article "El futur de Ciutadans".
Ciutadans se ha propuesto desde el principio restablecer el sentido común en la política catalana. Sus impulsores consideraban que las materias sobre las que discutían siempre los políticos importaban sólo a una parte relativamente pequeña de la población. En los últimos años, sólo se hablaba del nuevo Estatuto, de si el valenciano debía denominarse catalán, de los papeles de Salamanca, de las selecciones deportivas, como ejemplos más notorios. En cambio, se obviaban las materias que realmente importaban: infraestructuras, protección social, seguridad pública, enseñanza, vivienda, inmigración, sanidad.
En definitiva, se daba prioridad a las cuestiones simbólicas e identitarias y se postergaban o se gestionaban mal las demás, las que afectaban a la libertad e igualdad de las personas, las políticas de bienestar social. Se gobernaba pensando demasiado en la Catalunya nación - para muchos un ente imaginario y excluyente- y poco en los catalanes, en los ciudadanos de Catalunya.
El objetivo del nuevo partido fue responder a esta situación: constituir una formación de carácter no nacionalista, con una ideología de centroizquierda basada en los valores del liberalismo político y el socialismo democrático en la que predominara la razón sobre los sentimientos, los derechos de las personas sobre los llamados derechos colectivos, que propugnara el bilingüismo en coherencia con la realidad social y, finalmente, que hablara desde la sensatez, algo que ha abundado poco en los últimos tiempos.
(…)
Probablemente el primer objetivo que se propuso Ciutadans se ha cumplido: constituir un partido y dejar oír su voz desde las instituciones. Ahora se debe enfrentar a nuevos retos y sortear algunos peligros y tentaciones. En primer lugar, en coherencia con sus principios, Ciutadans debe mantenerse en los estrictos límites del no nacionalismo sin caer en el otro nacionalismo, en el nacionalismo español. No es cierto que se tenga que ser forzosamente nacionalista, de una u otra nación. El concepto jurídico y político de nación nada tiene que ver con su concepto étnico, histórico y cultural: las democracias avanzadas están ya en un mundo posnacionalista. En segundo lugar, Ciutadans debe evitar el populismo y la demagogia, planteando las cuestiones con rigor, seriedad y prudencia. El estilo y las formas, en política y en otros ámbitos, son a veces tanto o más decisivos que el fondo. En el ambiente en que ha nacido y por la expectación que ha generado, ello es especialmente importante para que este nuevo partido sea convincente.
¿Larga vida a Ciutadans? Veremos. En realidad, se trata de un partido cuya finalidad primordial es rectificar el equivocado rumbo de unas políticas que han situado a una buena parte de los ciudadanos de Catalunya de espaldas a sus propias instituciones. A la larga, en definitiva, su gran triunfo sería que dejara de ser necesario, que influyera en la sociedad para que los demás partidos se adecuaran a la realidad.
Una necessitat que comparteix Fernando Savater en el seu article "Lección de Ciudadania":
¿A qué viene este partido de los Ciudadanos, que tanta incomodidad ha producido en los profesionales sempiternos de la política establecida al negarse dócilmente a desaparecer en la nada electoral, como ya se había dado por seguro? Desde mi punto de vista, aportan en primer lugar una actitud progresista que rechaza sin complejos la obligada devoción a nacionalismos pequeños o grandes. Digo ‘progresista’, no de izquierdas o derechas, porque creo que el verdadero progresismo se fabrica hoy con elementos pragmáticos tomados de los dos campos convencionales. Y ya resulta insostenible que porque un partido se llame ‘izquierda no sé qué’ sea progresista: si el progreso avanza hacia algo parecido a Javier Madrazo, es falso todo lo que cuenta tanto la Teoría de la Evolución, como desde luego la del Diseño Inteligente.Que aquest partit era una necessitat i no una invenció de quatre "caps calents" ho demostra l'èxit obtingut tot i el silenci mediàtic. Félix de Azúa ho esbossa a "¿Quién teme al ciudadano feroz?"...
La victoria ha sorprendido porque la sociedad catalana carece de información responsable. Muy pocos periodistas sabían algo sobre el nuevo partido y lo que sabían era mentira. Ningún profesional de la prensa catalana intentó averiguar algo por su cuenta. Cada uno de los mediáticos de prestigio pertenece a un grupo dentro del sistema y nada que caiga fuera de tan estrecho horizonte tiene la menor importancia. La endogamia informativa ha llegado a extremos grotescos, como la creación de un comité de comisarios que vigila a los periodistas catalanes....I Arcadi Espada hi entra en profunditat a "Toma tres, tevetrés":
Durante la precampaña electoral, los responsables del ya nuevo partido comprobaron con alarma creciente que no lograban franquear la aduana mediática. Casi al borde de la desesperación dieron entonces con la metáfora más hermosa, coherente y eficaz que haya tenido campaña electoral alguna en España. El cuerpo desnudo de Albert Rivera provocó un impacto social considerable. Aunque sin enderezar su colmillo, algunos medios se rindieron a la evidencia: se trataba de una noticia y había que tratarla. Pero otros, entre los que se cuenta la televisión pública, y algunos de los programas audiovisuales de mayor audiencia, siguieron empecinados y despreciaron con suma suficiencia la iniciativa. «No les haremos propaganda», decían.
Querría que te detuvieras en este argumento, porque es esencial. Tipos dedicados desde hace décadas al periodismo, religiosos practicantes de la máxima según la cual noticia es que un hombre muerda a un perro y vehículos bien lubricados de la más diversa propaganda política, económica o cultural, se ponían sus galoncitos de agente de la autoridad y prohibían el paso al periodismo. ¿En nombre de qué? Desde luego no en el nombre de los elementales principios que llevaron al Financial Times, The Independent, la CBS o al Washington Post a hablar de Rivera. No. Sólo en nombre de sus pequeños y mezquinos burós provinciales.
Estaban esperando, como el comer, que llegara la campaña. Porque una vez en ella podrían ampararse en la autoridad de derecho. Las cuotas. Ciutadans era un partido extraparlamentario y no podía aspirar a que hablaran de él. Eso lo decían, ¡pásmate!, muchos de los que protestaban porque la distribución del tiempo en los bloques de noticias electorales de los medios públicos atendiera a la cuota parlamentaria de cada partido. Se quejaban de ese estúpido corsé, pero eran incapaces de entrevistar a Albert Rivera en cualquier programa no sujeto al cinturón de hierro. Algo parecido sucedía en la mayoría de los periódicos, que organizaban sus páginas en función de una lottizacione no menos rígida y grotesca. Así pues, y con contadísimas excepciones, Ciutadans pasó su invierno mediático en la gélida compañía de los partidos Azul y Humanista.
Bien, amigo mío. El Partido Azul ha obtenido 1.019 votos, el partido Humanista, 2.466 y Ciutadans ha llegado a los 89.567. La comparación con el Partido Antitaurino, que obtuvo 13.158, no es procedente: porque en realidad tuvo más atención y mucho mayor cariño mediático que Ciutadans. En estos números está explícito el fracaso de los medios. La única justificación atendible de los medios es la realidad. Como se dice irónicamente en el argot, no dejes que la realidad te estropee una buena historia. Y qué duda cabe que la marginalidad de Ciutadans era una buena historia.