És aviat per saber si la “nova estratègia” de la Casa Blanca per a l'Iraq arriba massa tard o no. Però el que si sabem ja són els primers efectes que ha provocat.
La nueva actitud de Maliki y las posibilidades del incremento de tropas con reglas de enfrentamiento más agresivas, que los críticos equiparan a cero, han llevado a un giro de 180º a ese venenoso demagogo sin escrúpulos que es Muqtada al Sadr. Ha puesto fin a su boicoteo. Sus 6 ministros se han reincorporado al gabinete y sus 30 parlamentarios a la Asamblea. El joven clérigo ha ordenado la dispersión de sus tropas, la milicia denominada Ejército del Mahdi, responsables en el último año de tantos sádicos asesinatos de civiles suníes. Muchos han abandonado Bagdad, dirigiéndose hacia el sur del país y los que quedan han recibido la orden de no resistirse si son detenidos. Nada de enfrentarse directamente a los norteamericanos. Ya volverán los buenos tiempos.
La consecuencia inmediata es que el número de asesinatos sectarios atribuibles a los chiíes ha disminuido drásticamente en Bagdad. Por el contrario, los llamados insurgentes de cuño sadamista y sus aliados guerra-santeros internacionales han incrementado sus esfuerzos para mantener viva la guerra civil larvada y no quedarse como el único objetivo de la nueva ofensiva del Gobierno y sus aliados. Parece que ellos también cuentan con que alguna mella les pueden hacer. Están azuzando a bombazos a los chiíes para que reanuden sus mortíferas venganzas, con coches cargados de explosivos, suicidas o no, que saltan por el aire en medio de concentraciones humanas, preferiblemente mercados, como el del sábado 3, que masacró a 130 tenderos y clientes con más de 300 heridos.
S'acosten, doncs, temps més durs encara. Tan durs, però, com decisius.