Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst

Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.

Moltes gràcies a tots per haver-me seguit amb tanta fidelitat durant tots aquests anys.

dijous, 26 de juny del 2008

Cero Zapatero

Zapatero ha revelat avui als gentils que les causes de la crisi alimentària mundial són aquestes: la "profunda desigualtat" que hi ha al món; la crisi financera dels Estats Units "fruit d'un model neoconservador basat en el capitalisme sense fronteres, sense límits i sense ètica"; la pujada del preu del petroli després de la guerra de l'Iraq, i la falta d'atenció a l'agricultura en els països desenvolupats. Només li faltava afegir-hi el canvi climàtic per no acertar-ne ni una. Zapatero ho ha dit - i s’ha quedat tan ample- en la inauguració a Madrid d’una conferència sobre la crisi alimentària organizada per una nova Fundació socialista creada per alimentar l’exministre Jesús Caldera.
¿Cuáles son, pues, las razones de verdad [de la crisi alimentària]? Por el lado de la demanda, el crecimiento de países como China, India y el resto de Asia hace que miles de millones de ciudadanos quieran comer más y mejor. Comer mejor quiere decir comer carne y ya se sabe que para producir un quilo de carne se necesitan 6 quilos de cereales. Es decir, cereales que antes iban al consumo humano directo ahora van al consumo de vacas, cerdos o pollos y eso aumenta su demanda y, por ende, su precio.

El crecimiento de esos países también aumenta la demanda y el precio de acero, petróleo, gas natural, carbón, energía, o madera. Esto genera mayores costes de producción, costes que son traspasados a los precios finales de los alimentos.

Por el lado de la oferta, existen dos fenómenos curiosos causados por los políticos occidentales. En Estados Unidos, la obsesión por los biocombustibles (causada a partes iguales por la histeria del cambio climático –y la creencia que el biodiesel emite menos CO2 que los combustibles fósiles- y por la búsqueda de la independencia energética de oriente medio) ha hecho que el gobierno diera importantes incentivos fiscales a la producción de biocombustibles. Cerca del 30% de las tierras que antes se dedicaban a producir comida para personas, ahora producen para los automóviles. Consecuencia: los precios de los alimentos se han disparado.

Europa no está (¡todavía!) tan obsesionada por los biodiesels aunque tenemos otro tipo de obsesión: la aversión a los transgénicos. Ésta ha causado reducciones importantes de la oferta mundial de alimentos. Y no me refiero a la oferta europea. Me refiero a la oferta de países africanos que, al tener miedo de no poder exportar algún día sus productos agrícolas a Europa, se niegan a adoptar maíz, trigo o arroz transgénicos que les permitiría obtener productividades superiores.

A estos factores de oferta y de demanda, se han sumado últimamente algunos especuladores que, al ver que los precios subían, se han dedicado a comprar esperando vender más caro y algunos gobiernos, como el de Argentina, cuyas barreras a la exportación no han hecho más que reducir la oferta mundial de alimentos y contribuir a su encarecimiento.

¿Qué se puede hacer para mitigar las consecuencias del encarecimiento de los alimentos? A corto plazo, hay que enviar comida a los 100 millones de ciudadanos que la ONU estima que van a pasar hambre. Se podrían utilizar, por ejemplo, los excedentes que generan los subsidios de los países ricos, empezando por las 400.000 toneladas de arroz que el gobierno de Japón compra a sus agricultores a precio subsidiado y que acaba tirando al mar.

A medio y largo plazo, la solución pasa por aumentar la oferta ya que la reducción de la demanda sería una inmoralidad (aunque estoy seguro que algún líder de ICV pensará que lo mejor que pueden hacer los chinos es introducir una “nueva cultura de la alimentación” y dejar de comer carne).