Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst

Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.

Moltes gràcies a tots per haver-me seguit amb tanta fidelitat durant tots aquests anys.

dimarts, 26 d’abril del 2005

Arcadi Espada i l'obscè govern tripartit

Amb retard llegeixo aquest extens i boníssim article de l'Arcadi Espada al número de gener-març del 2005 de "Cuadernos de Pensamiento Político". No us el perdeu. Aquí en teniu uns fragments per anar fent boca.
Maragall es, con toda crudeza, el heredero de Jordi Pujol y lo que ha resultado ser hasta ahora su obra de gobierno (y también lo que no ha resultado ser) avala la tesis de que el nacionalismo gobernante, elaborado y construido por el pujolismo, es un escenario político irrevocable. Maragall y la izquierda lo han revalidado nacionalmente, asumiendo con una simpleza política y moral muy meditable, que Cataluña es nacionalista o no es. El cierre completo del modelo nacional que la política de la izquierda garantiza (cierre al que tampoco el Partido Popular de Cataluña de Josep Piqué se opone) es seguramente la condición primera de que la palabra obscenidad resulte muy adecuada para describir la actividad política del gobierno tripartito.
Pujol siempre temió que una victoria electoral de los socialistas catalanes pusiera en evidencia, aunque sólo fuera por contraste, los excesos de su política. Y, desde luego, las frías y hasta desagradables relaciones personales y políticas que mantuvo casi siempre con Maragall no eran las que podía esperarse entre un páter y un disciplinado heredero. Aun en sus épocas más implacables Pujol gobernó con la relativa timidez del que ignora qué van a hacer los que vengan. Eso no quiere decir, por supuesto, que su política no fuera, a mi juicio, desgraciada y sectaria, y que tuviera poco que ver con la visión de estadista que un cierto complejo de inferioridad muy madrileño le atribuyó cíclicamente. Pero Pujol, y es lo único que advierto en él de estadista, trató siempre de evitar una política demasiado exhibida.
Ahora los miramientos parecen haberse acabado. La mayoría de la izquierda se aventura sólida y duradera. Es cierto que la ínfima categoría de Carod y su profunda inexperiencia es un factor continuo de inestabilidad; pero incluso este factor puede jugar a favor del gobierno tripartito. Porque la chocarrería y la demagogia del presidente de Esquerra Republicana le aseguran el clamor de las bases del partido y las mantiene unidas a un proyecto cuya radicalidad podría verse afectada por el realismo imponente de cualquier acción de gobierno. No hay bien que por mal no venga, y la expulsión de Carod de la gestión gubernamental, a causa de sus conversaciones con los terroristas, puede haber contribuido a la consolidación de un dualismo que, en formas diversas, suele caracterizar a los partidos que gobiernan y que contribuye al mantenimiento de su hegemonía. El ejemplo vasco de la época de Arzalluz e Ibarretxe es perfectamente revelador.
Sin embargo, la obscenidad del tripartito no se explica tan sólo por su despejado horizonte. También lo tuvo Pujol. Se explica, sobre todo, porque los que vengan no van a reprocharle sus excesos. No: partirán de sus excesos. Hay que insistir en ello: el acceso al poder de la izquierda ha blindado el statu quo nacionalista y cualquier política posible avanzará desde él.
Espada senyala altres obscenitats. La segona, la presa de pèl de la reforma de l'Estatut.
La evidencia obscena de un gobierno que no gobierna y sólo administra (o sólo representa) cabe vincularla, desde luego, al proyecto fundamental de este gobierno, la reforma del Estatuto de Autonomía. No sé si es muy conocido fuera de Cataluña que el gobierno, a propuesta de uno de sus miembros más ornamentales, el dirigente de Iniciativa, Joan Saura, convocó un concurso de ideas para esta reforma.
El concurso estaba abierto a todos los ciudadanos. La ocurrencia, en sí misma, sólo puede ser calificada de sensacional y bastará, para calibrarla, con que se piense en la posibilidad de que la reforma de la Constitución española fuera sometida a un concurso de ideas análogo. De lo que se deduce a qué niveles de dejadez y de simplismo ha descendido la política en Cataluña. Como en los tiempos de Pujol, el principal desmentido de que Cataluña sea una nación lo sigue ofreciendo la gestión política de la autonomía. Sin embargo, el concurso de ideas revela simbólicamente algo más profundo que atañe a la inactividad legislativa y al propio sentido del proyecto de reforma estatutaria. En realidad, hay crecientes sospechas de que el gobierno catalán no sabe en qué reformar el Estatuto. Se comprende: la autonomía ha alcanzado niveles competenciales que tienen difícil equiparación en el resto de estados democráticos. Y bien: lo que puede mejorar del funcionamiento autonómico, como la cuantía o distribución del dinero o la atención a los inmigrantes, no necesita de una reforma. Y lo que podría reformarse, como la inclusión del derecho de autodeterminación, no tiene la menor posibilidad de reformarse. La reforma del Estatuto ha quedado, así, limitada ¡al nombre que ha de recibir Cataluña!, pendiente, por otro lado, de lo que se acabe disponiendo en la propia Constitución. No extraña que se pidan ideas para amenizar el inmenso vacío dispuesto. La reforma del Estatuto no es nada y va desnuda.
La tercera obscenitat: l'afany de l'esquerra per guanyar la guerra civil
Algo mucho más económico y ambiguo que el proyecto en el que trabaja el vicepresidente Saura, ese Memorial
Democrático que el gobierno tripartito va a crear. Un lugar de memoria y un centro de estudio dedicado, en exclusiva, a los caídos republicanos de la guerra civil y al conjunto del antifranquismo. No me interesan, por obvios, los déficit morales de la iniciativa. Lo importante son los científicos: esa ilusión pueril de explicar una guerra y sus consecuencias con una de las dos balas. Aunque sea con la bala de plata.
Tres obscenitats, però n'hi ha d'altres.

dilluns, 25 d’abril del 2005

La força de la idea democràtica ha permès als EUA guanyar la guerra de l'Iraq

Com ha pogut una divisió blindada americana, reforçada amb 30.000 soldats, prendre i mantenir ocupada una ciutat de 5 milions d'habitants com Bagdad, sense haver-la devastat i convertit en una segona Grozny?. Ludovic Monnerat té la resposta: perquè la força de les idees multiplica la força de l'acció militar.
Au lieu de créer de nouveaux terroristes par dizaines ou centaines de milliers, comme le clamaient sur le ton du scandale les bonnes consciences de nos contrées, les offensives militaires de l’administration Bush ont au contraire révélé des millions de démocrates, de citoyens prêts à descendre dans la rue et mettre un bulletin dans l’urne pour exprimer leur rejet de la tyrannie et leur aspiration à une existence libre. La guerre contre le terrorisme islamiste ne l’alimente pas : elle le démasque, le marginalise, l’étouffe dans une clameur populaire. Elle le défie mortellement sur son propre terrain. Elle ne commet pas l’erreur de vouloir combattre une idée par la puissance de feu.
(...)
Les soldats US en Irak sont, en moyenne, davantage convaincus que la population américaine de l’importance de leur mission et de la grandeur de leur pays. Ils sont autant des protecteurs que des ambassadeurs, des combattants que des enseignants. Rien ne les a vraiment préparés à la tâche consistant à construire une nation nouvelle, à l’exception du bagage culturel qu’ils emmènent et revendiquent. Les Nations Unies et l’Union Européenne n’en auraient jamais été capables, parce que le relativisme moral et le multiculturalisme exacerbé ruinent leur aptitude à convaincre et à séduire. Un conflit centré sur les idées et les valeurs ne peut être mené par ceux qui déconstruisent les unes et les autres.

dissabte, 9 d’abril del 2005

Tancat per vacances

Aquest blog estarà inactiu per vacances del seu autor durant 15 dies, fins a finals d'abril.

Com poden ser tan cretins?

No puc resisitir la temptació de reproduïr íntegrament el comentari del dia (divendre 8 d'abril) de la Bitácora Almendrón. Just a la diana.
Según publica EL MUNDO, «en la última reunión de la Comisión de Justicia del Congreso se aprobó, con los votos favorables de todos los partidos excepto del PSOE, una propuesta de la diputada del PNV Margarita Uria en la que se prevé que el Código Civil obligue a los hombres y mujeres a compartir las tareas domésticas». Yo además propongo que dichas tareas se cuantifiquen: diez puntos por fregar, quince puntos por cocinar, otros tantos por planchar,... De esta forma los jueces podrán condenar de forma objetiva al cónyuge que se escaquee. Y ya puestos en faena, podrían también regular quien hace los deberes con los niños, las horas en las que podemos ver la televisión o leer, cuando debemos acostarnos, etc. Todo ello me lleva a plantear la siguiente pregunta: ¿cómo pueden ser tan cretinos?
Como declaración de intenciones, la cooperación de los cónyuges en las tareas domésticas es muy loable pero su inclusión en el Código Civil como obligación representa una ilegítima intromisión en los asuntos privados de los ciudadanos. Dentro de dos semanas el Pleno del Congreso debatirá este asunto: ya veremos en qué queda porque el único grupo que se ha opuesto -el PSOE- ha anunciado, por medio de Julio Villarrubia, que «lo estudiará para ver qué actitud adopta cuando llegue la hora de votarlo en el Pleno.»

dilluns, 4 d’abril del 2005

El llegat d'un papa que va canviar la història

Quan un no es capaç d'explicar millor que altres el que vol dir, el més sensat es cedir-los la paraula.
L'editorial de "The Economist" diu això:
WHATEVER future generations may say about Pope John Paul II, who died on Saturday April 2nd, aged 84, they will look back with amazement on the moment when, for the first time in 500 years, a Christian bishop was in the vanguard of world history. That was in June 1979, barely nine months after the Polish prelate's surprise call to the Vatican, following the untimely death of Pope John Paul I. On a return visit to his homeland, the new pope was bathed in an outpouring of popular devotion that amazed almost everybody, from Warsaw's dissidents to an appalled Soviet Politburo. Millions of Poles turned out to sing, weep and pray with the man they knew as Karol Wojtyla, archbishop of the university town of Krakow. From then on, the Soviet communists began losing their grip on their East European vassals, and the end of the Iron Curtain was in sight. Stalin's mocking question—“How many [military] divisions has the pope?”—had received its answer.
I això:
Could the pope have allowed greater freedom of thought and debate within the church? There was, perhaps, a fundamental contradiction in the mandate which he received in 1978. He could either fulfill the decisions of the second Vatican Council and allow the church to become a looser and more quarrelsome organisation; or he could impose ideological unity, at the risk of seeming like a bully.

He veered towards the latter course, but in doing so may have undermined the papacy's authority in the eyes of the world. If, for example, the Catholic church's teaching on sexual behaviour had plainly been the outcome of a deep reflection from its grass roots (female as well as male, in poor countries as well as rich) it would have carried great moral power, even among those who disagreed. But its views commanded less authority when they seemed to originate from a small number of powerful (and unmarried) men.

On the other hand, Pope John Paul would not have been true to his own deepest beliefs if he had been concerned, first and foremost, with how things seemed in the eyes of the world. He regarded himself as accountable to God; and how he fared by that measure is not something that any human being, whether believer or atheist, may presume to judge.
També us recomano aquesta reflexió de Pedro J. Ramírez:
Siendo mi caso el de uno de esos millones de españoles que, habiendo tenido educación religiosa, defendemos los valores de una sociedad laica y apoyamos el racionalismo, el progreso y la capacidad de cada individuo para tomar todas las decisiones que le afecten -incluidas las encaminadas a poner fin a la propia vida-, debo decir ahora que desde el mismo instante en que ha muerto este Papa he empezado a echar de menos el sentido compensatorio y cautelar de su intransigencia.

¿Cómo no defender el derecho de una mujer a interrumpir su embarazo en las primeras semanas de gestación sin que eso tenga consecuencias penales para ella? ¿Pero cómo no tener en cuenta, al mismo tiempo el llamamiento del Pontífice a proteger la vida ajena desde el momento de su concepción y el riesgo de que tal vez la Historia sea implacable con una civilización que se aplica a la destrucción de los seres más indefensos?

¿Cómo no permitir la alteración de la carga genética de un embrión para prevenir la transmisión de una enfermedad o para producir un donante compatible con un familiar que necesita un trasplante de médula? ¿Pero cómo no escuchar a la vez la advertencia de que tal intervención en el preámbulo de la vida, si a la necesidad le sucede
el capricho y al capricho la ambición, puede terminar dando al traste con la propia noción de individuo y de persona?

Tal vez pueda parecer el colmo del egoísmo, pero puesto que no vamos a renunciar a probar ninguno de los frutos del árbol prohibido, tengamos lo más a mano posible al mejor suministrador de antídotos, no vaya a ser que alguno de los bocados termine siendo venenoso.No creo que avancemos inexorablemente hacia el despeñadero de una rugiente catarata, pero, por si acaso, ha resultado muy tranquilizador llevar a
bordo a alguien empeñado en remar denodadamente en la dirección contraria a la de la corriente. Claro que eso podía reducir la velocidad de desplazamiento, pero ¿y si quien estuviera en lo cierto fuera él?