Adéu a Nihil Obstat | Hola a The Catalan Analyst

Després de 13 anys d'escriure en aquest bloc pràcticament sense interrumpció, avui el dono per clausurat. Això no vol dir que m'hagi jubilat de la xarxa, sinó que he passat el relleu a un altra bloc que segueix la mateixa línia del Nihil Obstat. Es tracta del bloc The Catalan Analyst i del compte de Twitter del mateix nom: @CatalanAnalyst Us recomano que els seguiu.

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dimecres, 14 de setembre del 2011

Imprescindible

"El mito Griego" / Guy Sorman
El Estado griego es un invento de las potencias europeas: esa es la razón por la que es poco legítimo en opinión de los propios ciudadanos griegos. Este invento de Grecia, de 1830, explica el comportamiento de los contribuyentes, que no tienen prisa por pagar sus impuestos, y de un Estado que nunca se ha deshecho de sus orígenes sospechosos. Esta historia contemporánea, mejor que las consideraciones contables, arroja luz sobre la bancarrota que amenaza. Todo empezó con los Románticos cuando Chateaubriand, un gran escritor pero también un magnífico mentiroso, y luego Lord Byron, creyeron encontrar, en Grecia, las fuentes de la civilización occidental. Un malentendido por el que pagamos las consecuencias: si bien es cierto que los griegos contemporáneos viven en el mismo lugar que Aristóteles, existe poca continuidad entre la civilización helenística y la Grecia moderna. La filiación con Bizancio, que los griegos modernos se atribuyen, también es muy tenue. Mark Twain, más realista, admitió cuando visitó Atenas en 1865 que solo había encontrado unos pastores cuyas ovejas pastaban entre las columnas derrumbadas del Partenón.

Estos griegos, en realidad, eran una tribu otomana; pero de la misma manera que Don Quijote soñaba que una campesina fea era su Dulcinea, los europeos insistían para que, a toda costa, los griegos fuesen helenos. No podemos reprocharles a los griegos que se aprovecharan de ello: a lo largo de todo el siglo XIX, los británicos, los franceses y los alemanes sostuvieron las finanzas del Estado griego. Estos últimos pagaban por haber impuesto un príncipe alemán como rey de Grecia en 1833. Este descendiente de Alejandro se llamaba curiosamente Otón de Baviera y reinaba sobre una tribu otomana.

Así es como la explotación del mito helenístico, cuya financiación corría a cargo de los demás europeos, se convirtió en el principal recurso del nuevo Estado griego. Aunque el Estado griego y su economía no cumplían ninguno de los requisitos necesarios para la adhesión a la Unión Europea, Grecia entró en ella en 1981, con el apoyo concreto de Valéry Giscard d'Estaing, gran lector de Chateaubriand. «Como Grecia es la cuna de la civilización, declaró, los artífices de Europa tienen una deuda histórica con ella». Hemos leído bien: no es Grecia la que no paga las deudas, sino que es Europa la que tiene una deuda. No cabe duda de que la mayoría de los griegos comparten este elevado concepto de sí mismos porque se lo ofrecen desde el exterior. ¿Y por qué devolver la deuda del día mientras la deuda histórica no se haya saldado?
Versió original en francès, aquí.